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Separación
Cuando atendemos a
alguna persona que consulta por estar atravesando la crisis que
origina una separación, hay varias áreas involucradas en esta
problemática que con seguridad serán temas de consulta. Sólo como
ejemplo podemos mencionar la frustración por el fracaso, el dolor
por la partida del ser amado, la forma en la que afectará a los
hijos, el abandono, la culpa. Como puede verse es muy amplio el
abanico de temas a considerar, pero hoy nos ocuparemos de los hijos.
Estos que muchas veces son tomados de rehenes, o como medio de
ejercer presión de una u otra parte; están en medio de una crisis
que los excede y los confunde, al ver que esas dos personas que ama
y necesita se separan, haciendo gala muchas veces de una gran
desprolijidad en dicho proceso.
Esos padres que se separan deben cargar con el miedo de cómo va a
afectar a sus hijos, cómo repercutirá en ellos esta nueva situación;
ya que las decisiones que se tomen afectaran irremediablemente a
todo el grupo familiar, como grupo e individualmente. Es muy
importante a estas alturas aclarar que las consecuencias que puedan
padecer los hijos van a estar estrechamente vinculadas a la
problemática previa de la pareja más que a la separación propiamente
dicha. Serán varios los factores condicionantes de la forma en que
influya esta situación en los niños, podríamos afirmar que el papel
que los padres hagan jugar a los niños debería estar adaptado a la
edad de los mismos, incidirá preponderantemente la madurez evolutiva
alcanzada por aquellos. El niño puede reaccionar de distintas
formas, a veces presenta síntomas de angustia siendo muy frecuente
la aparición de miedo y llanto sin causa aparente. En todo momento
hay que tranquilizarlos y contenerlos, especialmente en aquellos
momentos que aflora su dolor. También hay que estar preparados para
las demandas acerca de que los padres vuelvan a estar juntos, ellos
tarde o temprano aceptaran que esa idea es sólo una fantasía. Es muy
común cuando el progenitor que esta viviendo con ellos los reta; se
acuerdan del otro, al que idealizan adjudicándole tan solo buenos
momentos vividos, llegando muchas veces a la idea de escapar o de ir
a vivir con el otro progenitor.
Con frecuencia aparecen trastornos del sueño y de la alimentación.
Cuando el niño es más pequeño, es mucho menor la cantidad de
elementos de los cuales dispone para elaborar lo que está
aconteciendo a su alrededor, y suelen aparecer dolores abdominales,
vómitos o dolores de cabeza. Cuando el niño es mayor de seis años,
existe la posibilidad de que se sienta culpable directo de la
separación, pudiendo surgir depresión, manifestaciones de
agresividad, baja de su rendimiento escolar o regresos a conductas
de etapas evolutivas anteriores.
En el caso de los niños aún mayores, se puede desarrollar una
hipermadurez. Esta tiene dos facetas, una positiva que le permite
asumir roles de adultos en el hogar y otra negativa ya que el niño
podría tratar de ocupar el lugar del progenitor ausente.
Ante este panorama tendríamos que focalizar nuestro esfuerzo en el
trabajo con los padres; para que estos puedan elaborar con mensaje
claro y que sea sencillo de entender para sus hijos, asegurándose
que entiendan que la decisión de la separación es exclusiva de los
padres y si bien esto es doloroso para todos se toma pensando en el
mayor bien posible del grupo familiar y convencidos de que no existe
otra alternativa mejor.
Los padres no se separan porque los chicos se hayan portado mal, ya
que muchas veces lo hicieron antes y jamás se tomo esta decisión.
Sería importante recalcarles que hay muchas personas que los aman y
que desean que sean felices; familiares, maestros, amigos y que
siempre pueden contar con sus dos padres para lo que sea. Que crea
esto podrá ayudar a paliar el miedo al abandono y a la soledad. Debe
estar seguro que siempre seguirá contando con sus padres, aunque
ellos se hayan separado, el niño igualmente puede amar y ser amado.
También hay que contarles que los padres demuestran su amor de
maneras distintas, pero aún así se puede sentir que ellos están
siempre presentes, aunque ya no vivan juntos. Los padres deben
proponerse no sobreproteger a sus hijos y seguir tratándolos como lo
que son niños normales de su edad. Si no logran este cometido el
niño terminará comportándose como un chico menor de su edad,
manifestando conductas inmaduras respecto a su edad cronológica.
Otro aspecto a considerar, son los días de encuentro entre el niño y
el progenitor que no vive con él; sería prudente en estos casos que
no se sature con actividades al niño, dejando tiempo para hablar,
comunicarse y compartir experiencias.
Es aconsejable que los padres acuerden no manipular a sus hijos,
predisponiéndolos en contra de alguno de ellos. Teniendo siempre
presente que es la pareja la que se separa, no los niños y que
siguen teniendo los mismos padres aunque ya no vivan bajo el mismo
techo.
Podemos extraer como conclusión que aunque los padres no logren
acordar en muchos temas; en el amor y responsabilidad hacia sus
hijos debe haber un criterio único y generoso para garantizar la
estabilidad emocional de sus hijos, de un modo que les permita
crecer y desarrollarse como adultos equilibrados y productivos para
con su sociedad.
Clr. Alberto Levy
albertolevy@2vias.com.ar
Clr. Alejandro
Zanella
a_zanella@argentina.com
Clínicamente
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